Beto Mendoza combina activismo y música para hacer escuchar las voces de los inmigrantes y retomar el control de su narrativa. Su proyecto, “Voces en Pandemia”, cruzó fronteras para conectar a músicos que pudieran contar historias de luchas recientes y persistentes a través de la música.

Palabras & Fotos de André Joseph Gallant

Traducido por Wendy Alcántara


 
 

Abril 29, 2021

Beto Mendoza ejerce una voz multifacética. En su música lo controla como un instrumento matizado, infundiendo sus baladas líricas con una esperanza frágil. Como activista, amplifica su voz a través de un altavoz, blandiéndola como un arma política. Como organizador en su hogar adoptivo de Athens, Georgia, usa sus tonos y mensajes para crear conexiones, juntando a personas diversas en una conversación.

Sin embargo, algunos considerarían a Beto – un inmigrante indocumentado de México – como uno entre tantos de aquellos sin voz, una parte de un estimado de 11 millones de personas sin papeles quienes viven y trabajan en las sombras. Pero Beto y otros inmigrantes como él viven sus vidas a plena voz. Aunque muchos de nosotros elegimos no escucharlo, a través de la protesta y la música – y con propósito – Beto exige nuestra atención.

He aquí el por qué: fuerzas poderosas se apropian de y distorsionan las narrativas migrantes, contiende Beto. Los medios suelen describir a los inmigrantes como una ola que arrolla la frontera sur, pero pocas veces preguntan qué los obliga a dejar sus casas o quiénes los están tentando a venir. Durante las campañas electorales, ciertos candidatos pintan a los inmigrantes como narcotraficantes y violadores. Durante la pandemia de COVID-19, líderes económicos designaron como trabajadores esenciales a las personas indocumentadas que cosechan verduras, sacrifican animales y construyen edificios. Su mano de obra, a pesar de los riesgos para su salud, no podía detenerse sin destruir la economía. Pero su mano de obra, pese a los riesgos para su salud, no merece salarios altos o acceso a servicios médicos. Se tratan como insumos, no personas, y esta hipocresía no es sorpresa para Beto. Los Estados Unidos quiere el sudor de los inmigrantes, pero no cuidarán de las almas de los inmigrantes. Es hora, dice, de que retomen el control narrativo los inmigrantes. “Es nuestra responsabilidad no dejar que estas personas cuenten nuestras historias.”

Una forma de retomar la narrativa, cree Beto, es crear arte basado en la experiencia y hacer arte para la posteridad. Durante la pandemia, Beto, quien toca una multitud de instrumentos bajo el nombre de Beto Cacao, produjo un álbum colaborativo que cruza fronteras y estados migratorios y levanta las historias silenciosas de la vida inmigrante dentro de los Estados Unidos. Se llama “Voces en Pandemia” y es una obra de arte que nace de la contienda.

Para nutrir las canciones del álbum, Beto hizo una recolección de historias personales contadas por inmigrantes indocumentados viviendo en Athens – historias de cómo sus jefes les han robado sus sueldos, del dolor de perder a una madre o un padre en México debido a COVID-19, del viaje arriesgado para cruzar la frontera. Músicos en dos lugares – Silverio Jiménez y Francisco Palacios en la Ciudad de México; el dúo de madre e hijo Alys y Nico Willman, Lydian Brambilia y Beto, todos en Athens – convirtieron esas historias en letras y melodías, cantando en español e inglés. Dentro de este formato de canción, dice Beto, las historias se convierten en documentos históricos de la vida inmigrante en el Sur durante la pandemia.

Beto también es co-fundador de dos organizaciones que trabajan por los derechos de los inmigrantes, Dignidad Inmigrante en Athens y Athens Immigrant Rights Coalition, ambas de las cuales abogan por la comunidad indocumentada a nivel local y estatal. Durante la pandemia, ambos grupos se convirtieron en fuentes esenciales de comida, dinero y otros recursos para personas indocumentadas, quienes se encontraban vetados de recibir asistencia institucional. Beto y yo hemos tenido una amistad de casi 15 años. He escrito acerca de su activismo y hemos compartido comidas restauradoras después de largos días de marchas. Lo he escuchado tocar un sinfín de veces y sé la influencia que ha tenido la música durante toda su vida. Pero la personalidad de Beto logra fundir la política y el arte de una manera tan ininterrumpida que no se me había ocurrido preguntarle cómo entiende estos papeles, sus similitudes y sus diferencias. Había estado escuchando, pero no con suficiente atención. La pandemia nos dio el tiempo y el álbum nos dio una razón.

 
 
 
 
 
 

La siguiente conversación ha sido editada por cuestiones de amplitud y claridad:

André Gallant: Las historias presentadas en “Voces en Pandemia” se recolectaron como parte de un esfuerzo de ayuda mutua que realizaron defensores de los inmigrantes en Athens. Las personas indocumentadas no podían recibir asistencia económica del gobierno, así que voluntarios crearon el Fondo Solidario, el cual les ofrecía dinero que había sido donado a familias que habían sido afectadas por la pandemia, como, por ejemplo, la pérdida de empleo o de casa. Las historias de este álbum vienen de esas familias. ¿Cómo fue el proceso de escoger esas historias?

Beto Mendoza: No tenía mucho de donde escoger. No todos [los que recibieron dinero] compartieron sus historias. Algunas de las historias fueron muy cortas, por varias razones. De 70 solicitudes, salieron cinco historias. Todos los involucrados favorecieron la idea [de recolectar historias], pero hubo dificultades técnicas. La mayoría de los solicitantes tenían otras emergencias, como la pandemia. Y algunas personas no le veían el valor en compartir sus historias porque no creen que su vida tiene valor.

AG: ¿Cuál de estas historias te impactó más? ¿Qué se te ha quedado?

BM: Vi la narrativa de mi propia vida. Lo que todavía permanece conmigo es la narrativa de las mujeres inmigrantes, ya que la mayoría de los solicitantes del Fondo Solidario fueron mujeres debido a los roles de género en nuestra comunidad. Así que había historias de abuso, violación, persecución. Hay esta idea de una vida mejor, del sueño americano, aunado con el dolor de lo que dejas atrás. Pero [me acuerdo de] el dolor, el acoso sexual de las mujeres en nuestra comunidad, no solo al cruzar la frontera, sino también al hacer sus vidas aquí en los Estados Unidos.

AG: Uno de tus primeros álbumes, “Undocorridos,” tiene una premisa similar a “Voces en Pandemia” en que son historias verídicas hechas canción. ¿De qué forma las ves similares o diferentes?

BM: Realmente, “Voces en Pandemia” es una continuación de la misma idea – capturar las historias de la gente y usar la música como herramienta para divulgar ese mensaje. “Voces” me dio la oportunidad de sumar voces y perspectivas diferentes. Fue una gran plataforma como cantautor para aprender en colaboración con otros cantautores. Cualquiera que haya escuchado “Undocorridos” y haya escuchado las dos canciones que hice en “Voces,” verán las manos de alguien más y esas manos son de Silverio [Jiménez, compositor y productor radicado en México], quien me guió en cómo mejorar mi composición.

AG: El lanzamiento oficial y discreto de “Voces en Pandemia” fue en el otoño de 2020. ¿Cuál ha sido la respuesta hasta ahora?

BM: Muchas personas se ven reflejadas en las historias y dicen “¡Estos somos nosotros!” No es solo la historia de una persona, es una historia colectiva. Hay una canción, “Guitarras Braceras,” de la cual yo escribí la letra y Silverio y Francisco [Palacios] compusieron la música. La mayoría de las personas lloran con el verso, “Mi madre murió sin mi abrazo.” Esa es la experiencia inmigrante. Es mi experiencia, por eso la incluimos. La mayoría de los inmigrantes han perdido a alguien que está lejos y no se pudieron despedir de ellos.

AG: Como tu amigo, sé que la música transformó tu vida a una temprana edad en tu pueblo natal de San Juan Ixhuatepec. Y tal vez sea imposible separar música y política bajo la percepción que tienen de ti tus amigos y hasta tú mismo. ¿Cómo crees que este álbum se integra a ese entendimiento?

BM: Como seres humanos somos complejos. Y, como he aprendido, somos incompletos. Todavía estamos en el proceso de crearnos. Y en comunidad, no somos perfectos. Cualquier persona pobre no se puede separar de la política. Todo lo que hacen y dicen está cargado de fuerzas potentes. Pero podemos pensar de nosotros mismos como oprimidos o podemos trabajar hacia la liberación. Y este álbum es un reflejo de eso. Es como la pregunta, ¿Ser o no ser? Esa pregunta es apremiante en cada aspecto de nuestras vidas. Tenemos que acogerlo; tenemos que canalizarlo de una forma u otra.

AG: Antes de que pegara la pandemia, tú y tus compañeros de Dignidad Inmigrante en Athens, la cual aboga por el trato justo de personas indocumentadas por parte de entidades gubernamentales, ya le estaban ayudando a la comunidad a lidiar con la pandemia de deportaciones y otros retos que enfrentan inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos. ¿Cómo fueron las discusiones dentro de la organización cuando se dieron cuenta de que ya tenían un nuevo papel que jugar debido a la pandemia del coronavirus?

BM: Fue un reto. Fue confuso. Pero no hubo tiempo para la desesperación. Por un lado, veíamos el sufrimiento de la comunidad y, por el otro, teníamos a personas diciendo, “¿Cómo puedo ayudar?” Al principio fue un shock, con todo mundo comprando demasiado papel de baño y comida. Pero necesitábamos seguir adelante. Una parte del grupo quería seguir incitando y seguir luchando porque la situación [política] no había cambiado para la comunidad. La otra parte del grupo reconoció la urgencia del momento. Tuvimos que tomar la decisión entre lo urgente y lo importante. Elegimos pelear por lo urgente. Usamos las mismas relaciones que habíamos establecido con organizaciones sin fines de lucro y funcionarios gubernamentales [para conseguir ayuda para la comunidad]. Pero nos dimos cuenta de que el estado migratorio de las personas a quienes ayudamos era un problema para muchas burocracias. Estábamos en la mesa, pero nos dimos cuenta de que nada más estábamos esperando las migajas. Así que cambiamos de rumbo para enfocarnos en la comunidad migrante. Otra vez, nos veíamos solos.

AG: Tu música siempre ha sido política. Te he escuchado decir que la música popular de los indígenas durante la Colonia es intrínsecamente política. ¿Qué papel juega la música de protesta durante una pandemia?

BM: Una de las cosas que aprendí durante la pandemia es que no somos nadie más. Seguimos siendo los mismos de antes. Así que si estábamos marchando y trabajando para la liberación antes, todavía estamos trabajando. Para mí, fueron los activistas quienes fueron los primeros en responder a las necesidades de nuestra comunidad. Al mismo tiempo el gobierno les estaba dando miles de millones ... a los ricos, nosotros les estábamos dando comida a la gente que estaba perdiendo sus empleos. Eso se refleja en la música en general. El papel de la música de protesta es: “Keep it real.”

 
 

André Joseph Gallant es un escritor, periodista multimedia y profesor que vive en Athens, Georgia. Es autor de "A High Low Tide: The Revival of a Southern Oyster" (UGA Press, 2018) y presenta Hear-Tell, un podcast sobre el arte y el oficio de la narrativa de no ficción. Escuche su conversación con Jasmin Pittman Morrell sobre su ensayo, "Is That Your Mother?"

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Wendy Alcántara proviene de una familia de lectores y tiene un máster en literatura, por lo que no es de extrañar que sepa que las historias pueden cambiar el mundo. Comenzó a interpretar a la edad de 15 años para viajes de inmersión diseñados para unir a personas de diferentes culturas y orígenes para que puedan establecer conexiones personales al compartir historias (Facebook @AmextraSemillas). Ahora dirige Advanced Academic Editing (Facebook @ ESL.Edit), un servicio de traducción que tiene como misión ayudar a los académicos de habla hispana, en los EE. UU. y en el extranjero, a que sus voces se escuchen en el mundo académico predominantemente blanco y de habla inglesa.